
Cuando una familia recibe la recomendación de que su hijo necesita una maestra sombra, es normal que aparezcan muchas dudas. A veces los papás sienten miedo de que su hijo sea señalado, de que se vuelva “dependiente” de esa persona o de que la escuela esté trasladando toda la responsabilidad a la familia. Por eso es tan importante entender primero qué es exactamente una maestra sombra y cuál debería ser su función real dentro del aula.
Una maestra sombra es una profesional, generalmente con formación en educación especial, psicopedagogía o áreas afines, que acompaña de forma individual a un niño dentro de un salón de clases regular. Su objetivo principal es actuar como un puente entre el niño, sus compañeros, la maestra titular y el entorno escolar. No se trata de alguien que haga las cosas en lugar del niño, sino de una figura que facilita su participación, le ayuda a comprender mejor lo que se le pide y le apoya en los momentos en los que le cuesta regularse emocional o sensorialmente. En la práctica, esto puede implicar adaptar instrucciones, explicar el material con un lenguaje más concreto, ayudarle a integrarse a los juegos, acompañarlo durante actividades grupales y ofrecer estrategias que le permitan permanecer en el aula con mayor tranquilidad.
La maestra sombra suele recomendarse en casos en los que el niño presenta dificultades para participar de forma autónoma en el contexto escolar. Por ejemplo, niños con diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista, niños con dificultades significativas de atención o conducta, o niños que se desregulan con facilidad ante estímulos sensoriales del entorno.
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Como todo apoyo, la maestra sombra tiene beneficios importantes, pero también riesgos que conviene considerar. Por un lado, permite ofrecer un apoyo individualizado que facilita el aprendizaje y la participación, ayuda a que el niño se incluya en las actividades con sus compañeros, brinda contención emocional, refuerza el trabajo del maestro y aporta información valiosa a los padres y al equipo terapéutico sobre lo que ocurre en el día a día del colegio. Además, puede aumentar la seguridad y la confianza del niño al sentirse acompañado y comprendido. Por otro lado, si no se maneja adecuadamente, existe el riesgo de que el niño desarrolle una dependencia excesiva de esta figura, que algunos compañeros lo vean como “diferente” por tener a alguien siempre a su lado, que haya roces con el docente si no se coordina bien el trabajo en el aula, o que el proceso de retirar el apoyo más adelante sea muy difícil. A esto se suma que no todas las maestras sombra cuentan con la misma formación, lo que puede limitar la efectividad del acompañamiento, y que su contratación suele representar un costo extra para la familia.
Hay algo fundamental que muchas veces se pasa por alto: la maestra sombra no sustituye a nadie.
La pregunta no debería ser solo “¿mi hijo necesita maestra sombra?”, sino “¿cómo se va a utilizar ese apoyo y con qué objetivo concreto?”. Una maestra sombra puede ser una herramienta muy valiosa si se establece un plan claro, si hay coordinación entre familia, colegio y terapeutas, y si su papel está orientado a que el niño desarrolle cada vez más autonomía. Pero también puede convertirse en un problema si se usa como solución rápida sin un análisis profundo del caso. Si te encuentras en este proceso, vale la pena pedir que te expliquen por qué se está recomendando, qué se espera lograr, cómo se medirá el progreso y cuál es el plan a futuro para disminuir el apoyo cuando el niño esté listo.
Si querés profundizar más en este tema, con ejemplos prácticos y explicaciones detalladas, te invito a ver el video completo sobre maestras sombra en nuestro canal de YouTube. Ahí desarrollo cada punto con mayor profundidad y te comparto orientaciones que pueden ayudarte a tomar una decisión más informada para tu hijo.